lunes, 3 de febrero de 2014

Ojalá no te hubiera conocido nunca

Ojalá no te hubiera conocido nunca. Odio tus amaneceres, tu forma de colar los primeros rayos de sol por la persiana, de acariciar mi piel y dejarme con las ganas. Detesto tu ser interminable, tus ganas de volar, de alcanzar siempre el horizonte. Tu ser infinito. No soporto tus orígenes difusos, tu manera de mezclar cada cultura, tu serlo todo y nada. Maldigo tu belleza, humilde y altanera, que parece cambiar cada día. Envidio a cada uno de tus numerosos amantes.
Eres mi pesadilla cada mañana, mi insomnio durante la noche; mi anhelo y cada uno de mis suspiros. Rompes con tu silencio todos mis problemas y callas con tu suave melodía mis tímidas palabras. Me empequeñeces, pero junto a ti, creo tocar el cielo. Y me dejas caer.
Busco tus horizontes en otras calles, desdibujo tus recuerdos entre ron y vodka, pero hasta su sabor agridulce me lleva junto a ti. Cambié tus dorados despertares por las grises monotonías, por el frío del olvido, creyendo que así te desvanecerías para siempre. Inocente de mí.
Y entiéndeme. No es el fuego del odio lo que me lleva a escribirte, si no la pasión de lo que puedo sentir más allá de la piel, ese mismo veneno que nos da y arrebata la vida por momentos, sin que podamos hacer nada por remediarlo. Es la certeza de si he de morir, que sea en tus brazos. Porque ojalá no te hubiera conocido nunca... Ya que tengo la maldición de amarte desde mi primer aliento de vida, Almería, sabiendo que el paraíso no se puede apresar.

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